Nuestra falta de alta cultura no tiene límite. Después de llevar actualizando con precisión como Angelina Jolie lleva la depresión post parto, como está recuperando la figura, como come hamburguesas, como la caraterizan para su nueva peli, después de fotogrofiar a diario a su "marido" y a su familia, de documentar su set de rodaje, ahora nos enteramos que estamos colaborando con la promoción de la nueva película de Michael Winterbottom. Este es uno de esos cineastas de los que los europeos nos sentimos orgullosos porque nos asegura la patrimonialización del cine de autor frente al cacareado autor de blockbustar tan al gusto americano. Pero estos prejuicios son los mismos autores los que los rompen, y así resulta que Michael se ha puesto mano a mano a trabajar con la pareja sin duda más mediática, buscada y fotografiada de la actualidad. Si esto no es la mezcla perfecta para Beijing Chic qué puede ser.
La película está basada en el libro de Mariane Pearl y Sara Critchon sobre la vida y el asesinato del periodista del Wall Street Journal en Pakistán, "A Mighty Heart: The Brave Life and Death of My Husband Danny Pearl" y es la propia Angelina la que encarnará a su esposa, (casting polémico porque esta mujer es afroamericana), y es el mismo Brad Pitt el que se ha encargado de la producción.
La filmografía de este autor es tan solvente que podemos esperar una gran película. Nuestro hombre de cine se ha encargado de reseñar una película de Michael con su habitual pasión y subjetividad.
En este mundo
Jamal es un niño afgano que vive en el campo de refugiados de Shamshatoo, un asentamiento paquistaní cerca de la frontera con Afganistán creado en octubre de 2001 como consecuencia de los bombardeos indiscriminados estadounidenses contra los talibanes. Jamal es un huérfano que habita en una casa de arcilla y subsiste gracias a un humilde trabajo en una fábrica de ladrillos. Al principio no es más que un niño bebiendo agua bajo un sol plano y un cielo inmenso. A su alrededor no hay más que un puñado de casuchas, un océano de arena y lamentablemente, una infinita pobreza.
Pero la vida de Jamal va a cambiar de verdad, cuando a su primo Enayatullah le propone su padre la oportunidad de pelear por una vida mejor en Londres. A Jamal no le lleva más que una tarde convencer a su tío para que él también forme parte del viaje. Su primo a pesar de que es mayor que él, no es muy avispado, y además sólo conoce un idioma, el pastún. Él, a pesar de su corta edad, ya chapurrea el inglés y es listo como un conejo. Su tío observa cómo su hijo asiente las palabras del chico mientras ufano, se introduce un dedo en la boca. Y se convence. A partir de este momento, se inicia la prometedora travesía que dará sentido a su existencia, la empresa que más de un millón de refugiados llevan a cabo cada año, la búsqueda de un moderno El Dorado, la hazaña de los que quieren hacer valer su derecho a una vida digna.
Los dos primos ponen sus vidas en manos de los contrabandistas para recorrer los seis mil kilómetros que separan sus pies del Weather Center de Londres, por tierra, atravesando los países más fustigados por las guerras en el último lustro, sin papeles, y con un dinero limitado que, como el agua en el cesto, no hace más que desaparecer. Pakistán, Afganistán, Irán, Turquía. Un road movie de verdad, real, sin concesiones y sin juegos de artificio, un rayo que se clava como un puntero fijo en el cerebro. Lo magnífico es que cada espectador que visione esta película, contemplará con otra mirada a los emigrantes. Considerándolos de la cabeza a los pies, comprendiendo la injusticia de sus miserias.
El difícil camino se completa con el salto a la opulenta Europa. Les aguarda todavía conocer las bondades con las que recibimos a los refugiados, cómo mostramos nuestra solidaridad con sus desgracias, nuestra conocida piedad para agasajar a los que vienen huyendo del caos. Este paso al viejo continente, se vive con un horror parecido al que se siente cuando los nazis conducían a los judíos a la muerte y estos aguardaban los instantes previos a las duchas de gas. O esa enormidad de angustia que se percibe cuando asistes a una secuencia en la que alguien se ahoga encerrado en una caja fuerte que se pierde en el mar. Terrible. Una vez que se asiste a este viaje opresivo, por supuesto de polizón, sólo cabe recordarlo como la proeza de Trieste. De Italia a Francia, de allí a Inglaterra. Con los ojos de un búho se suceden ante uno las miserias que padecen por sus calles, las desgracias que sufren, los miedos que los envuelven, y se experimenta por un momento la suerte del desamparo, que es algo así como caminar cojo y burriciego por el filo del acantilado. Y todo para llegar al mundo de las oportunidades donde todo es posible se convierte en un eslogan mentiroso y desdichado, porque solucionar este problema debería ser prioritario para la sociedad.
Pues eso mismo se imaginó Michael Winterbottom sacando del anonimato a Jamal y Enayatullah, que son en realidad dos refugiados convertidos por el director en intérpretes de sí mismos, para impartir una lección de realidad al respetable. Filmada en formato documental, con una agradecida duración (menos de noventa minutos), y una excelente fotografía, la película es cinematográfica y políticamente arriesgada. El mensaje político del filme es una denuncia tanto de los daños colaterales de toda guerra, como del trato que reciben quienes llegan a Europa huyendo de la miseria. Es un magnífico instrumento para evidenciar la situación que padecen millones de personas que son víctimas de las políticas belicistas e imperialistas.
Apuntar sólo que se hizo con el oso de oro de la berlinale (con el constipado que me abraza, sueno un poco como Antonio Gasset) y se convirtió en punta de lanza de las protestas pacifistas del año. El prolífico Winterbottom tiene varios trabajos orientados en este sentido, como Welcome to Sarajevo (1997) o Road to Guantánamo (2006), aunque cultiva toda clase de géneros con unos resultados óptimos (ver Wonderland (1999) es casi una obligación).
“Mi película nació como reacción a esa Europa que se cierra al drama de millones de refugiados”. M.W.
Epílogo
El poeta surrealista francés Roberto Desnos escribió lo siguiente en Le Journal Littérarie antes de luchar contra los nazis en la resistencia: “Lo que nosotros pedimos al cine es el imposible, lo inesperado, el sueño, la sorpresa, el lirismo, que borren las bajezas de los ánimos y los precipiten colmados de entusiasmo sobre las barricadas, y las aventuras; lo que pedimos al cine es aquello que el amor y la vida nos niegan, es el misterio, es el milagro.”
Desnos también tuvo su particular peregrinaje a través de prisiones y campos de trabajos forzados, desde Francia hasta la antigua Checoslovaquia. Desfalleció por falta de fuerzas en medio de la explanada principal del campo de concentración de Terezin, el ocho de julio de 1945, cuando un pelotón de soldados rusos les liberaban de su horror de cuatro años. Tampoco él cató el milagro.
Guillermo T. Coyote
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