jueves, 30 de noviembre de 2006

Eva we trust in you




Eva en el set de Mujeres Desesperadas. Esta actriz es una apuesta segura. Super Clase A.
Geniales las botas, y ese portátil, ¿será un vaio? Y una pregunta ¿es correcto llamar bolso a algo que mide lo mismo que una tercera parte de tu cuerpo?

Fuente: Random Celebs

Aventuras en Scouseland: Capítulo Final.

Problemas para conseguir taxi. Cuarto de hora pasado de las 3, con el partido empezado llegamos a Anfield. La otra catedral de Liverpool. Como la mayoría de campos del mundo, por fuera no es gran cosa. Nos damos la vuelta al estadio y unos niños miran la entrada de Elektra como Bilbo el anillo en el cuello de Frodo. Dentro tenemos que levantar a una fila de hinchas y aunque el de seguridad nos dice que mejor esperemos a que termine una ocasión de gol, Scouse tira para adelante como los de Alicante y nosotros detrás. Ay mamá, que nos matan. Al final no pasa nada y acabamos pareciendo unos aficionados cualquiera.



Hacemos fotos, aplaudimos la salida al campo del mito Fowler y celebramos el gol de Gerrard. Algunos apuntes sobre los supporters ingleses: No fuman durante el partido, se esperan al descanso, no son especialmente ruidosos y parece que se puede llevar a los niños. Scouse dice que casi se duerme, mientras Feedu y un servidor cumplen un sueño.


Minuto 90, noche cerrada it’s time to go home. A la salida vuelan los fish and chips con salchichas. Me quedo con las ganas, pero hay que darse prisa en buscar un taxi para salir de Anfield Road, que no parece muy segura.

Aunque solo son las 6, parece que fueran las 9. La Tate nos cierra en la cara a las 5:50 y la gente desaparece de las calles. Nos damos una vuelta por el Albert Dock. Solos. Seguro que los de delante también son españoles.

En una explanada de césped (dios mío, aquí puedes pasar por él sin sentirte un criminal) nos encontramos con unos adolescentes. Le entiendo a uno algo sobre una drink así que me imagino que estarán de botellón. Scouse me dice que es poco probable. Con ese tema no se muestran demasiado flexibles. El look de la chavalería mola. Pantalones de pitillo un poco caídos, una mezcla de la estética de heavys y raperos, considerada hace unos meses un verdadero atentado al estilo según la Arena. En un puente una chica se peina delante de todos sus amigos y un adolescente gordo vestido con gabardina y camiseta metalera hace onomatopeyas raras.

Es la hora de un poquito de historia. Nos metemos en el barrio de la música. Algo así anuncian unas luces en la calle. Dentro pubs y más pubs. Son las 6 y poco y la gente ya ha cenado así que ya están bebiendo. Les sobran los abrigos pese a que nosotros vamos de parka. Pasamos por el Pub Grapes, donde se cocían John, Paul, George y Ringo y entramos en el mítico The Cavern por las mismas escaleras que debieron bajar los Beatles más de una vez. The Cavern no es la Disneylandia particular de los Fab Four. Venden alguna cosilla, pero es un pub de todas todas y a los parroquianos no parece hacerles mucha gracia que un montón de turistas acribillen con sus flashes la mítica boveda donde empezaron los Beatles. Dos dedos mis amigos. Allí donde pongo el ojo pongo la foto y de paso saco a una chavala jugando a la jackpot. Mooooola.

Volvemos a casa a descansar. Cuesta ser turista y más aún hacer de Cicerón. Quedamos con la colonia española para cenar en un italiano. Una inglesa muy guapa nos atiende magníficamente y no tiene ningún problema en descifrar mi timido “one earl grey” al final de la cena. Más problemas encuentra un camarero del Tea Factory en entender mi “one Coronita and one Stella”. A la Coronita la llaman Corona. La pinta de Stella estaba de muerte.

La mañana siguiente no da para mucho. Volvemos al John Lennon Airport, Paul tiene una Universidad, el resto nada de nada. Nos hacemos las prometidas fotos con el submarino amarillo. Tiene su tamaño. Un par de inglesas flipan mirando al Lau posar. Más flipo yo con la cámara que se gastan unas veinteañeras como ellas. Dentro, todavía hay tiempo para gastar las libras sueltas en algunos clásicos del colorín como Heat y Star, que vale 65p menos que Heat. Viva el marketing.

Se masca la tensión. Y eso que no sabíamos lo de la radiación en los aviones, que a mi me suena a la central nuclear de Springfield y goteras de verdes fluorescentes. A Elektra le hacen quitarse hasta las botas. En la zona libre de impuestos hay varios mini casinos. Lo peor es que están llenos. Un inglés juega al pool con un palo de billar atado a una pantalla.

Embarcamos y, puntualmente, despegamos. Mientras vemos Liverpool hacerse pequeñito desde la ventana, donde ahora se ha sentando Elektra, los de delante, las de atrás, los de más allá, todos los scouses del avión sacan sus billetes de 20 y empiezan a beber sus combinados de vodka, de ginebra y sus mini botellas de vino blanco. Es la una. Están locos estos ingleses.


miércoles, 29 de noviembre de 2006

Casino Royal, la redención de Bond


Me veo obligada a inmiscuirme en una faceta que no se me da bien en absoluto la crítica cinematográfica. Porque yo funciono en este tema por líneas muy simples: me gusta no me gusta. Y me veo en tan dramática situación porque nuestro adorado colaborador para estas funciones ha esgrimido su derecho de objeción de conciencia para no enfrentarse a una nueva entrega de la saga de James Bond. Que no sé porque me da a mi que este ni ha visto las anteriores pero bueno, como somos super tolerantes de manera totalmente democrática aceptamos su posición y remitimos al ya conocido mail de este blog para mostrar su apoyo o su indignación con el autor.




Yo ya he visto la peli y dado que está comprobado que todo el mundo ve la peli el primer fin de semana me decido a hablar de ella sin ningún tipo de consideración sobre si destripo o no cosas, además esto no es un análisis solo es una serie de buenas razones para ir a verla. Porque sií, a mi ME GUSTÓ. ME GUSTÓ MUCHO. ME PARECIÓ MUY CHULA.


Primer punto: el actor, Daniel Craig, absolutamente increíble, super, super, sexy. De este encanto que va creciendo conforme avanza la peli, el momento en que se prueba el traje, la escena de la tortura, la salida del mar, la camiseta de algodón gris, estilismo digno de L´Uomo.
Además Craig es de Liverpool y ya sabéis que especial cariño tenemos aquí a los naturales de esta ciudad desde que la inefable scouse sobrevive allí, mes tras mes. Bueno nació en otro sitio pero se crió allí que parece ser que al final es lo que cuenta. Ah ¿dónde compraría la metadona para sus colegas este chico?





Es rubio una novedad que yo aprecio para bien, la verdad. Corpulento, muy grande, creíble como matón, como hombre capaz de aplastar un cráneo contra un lavabo, de sobrevivir a un ataque al corazón o de aguantar más de cuatro minutos bajo el agua.







Segundo punto: el malo. Mola mucho el malo. Es de estos malos guapos, con cicatriz y enfermedad de lo más rara y que no sé siquiera si existe, ¿se puede llorar sangre? seguro que se puede porque hoy en día hay de todo, no sé donde vamos a parar. Es danés, el actor danés más popular según la Empire en su país. Además no es un loco, no es un megalómano, no es un científico con ansias de dominar el mundo, ni tiene en sus manos tecnología para vender a Korea y desatar un holocausto nuclear. En breve: debía guardar un dinero de fuentes no muy recomendables, se pone a jugar con el dinerito en bolsa y le va muy mal, y claro esa gente tiene muy mala leche y quiere su dinero de vuelta, ¿cúal es la única solución del malo, Le Chiffre?, pues respetar el secreto bancario y ganar una partida de poker en una exclusiva timba en un superlujoso casino de Montenegro. Vamos real como la vida misma, que se lo digan a los de Forum filatélico.




Tercer punto: las chicas. Empezando por M mitad madre dominanta, mitad madre amorosa y preocupada, una auténtica jefa de esas británicas que no tienen nada que envidiar a un hombre ni nada que demostrarle.
Luego la italiana o el pibón de la peli. Curvas, labios, melena, lo que se dice la perfecta chica de un malo de poca monta que te da buena vida, te presta poco atención y te asegura un triste final a nada que metas la pata.
La mala, una rubia, rubia, bosnia, antigua modelo según creo, de estas que tienen mal fondo porque si no no se entiende, que queda demostrado que su novio maloso no la tiene ninguna aprecio y ella nada, fiel como un perrito por la senda del mal. Una bruja.
Y la Otra. La chica que explica porque Bond se convierte en un cerdo machista, descreído, cínico, desapasionado para el amor y para la vida. Después de Vesper Lynd el abismo osea la pura supervivencia, mujeres de usar y tirar, porque despué de ella LA NADA. Y no digo más de esta parte de la historia porque me pongo a llorar.








Cuarto punto: Venecia. La escena final, la hecatombe, el deselance que explica toda la saga de Ian Fleming se rueda allí. Ni presas, ni aviones, ni submarinos atómicos, una casa en construcción en medio de un canal, hundiéndose, derrumbándose en medio del estupor de los turistas. Y dentro el drama, ha nacido un superespía y ha muerto un hombre.



Quinto Punto: la banda sonora recupera al chico más guapo del Grunge que conserva todo su encanto y sus ojos verdes, Chris Cornell. El de abajo es el vídeo de los créditos.

Aventuras en Scouseland: Capítulo Segundo

El sábado empezó pronto. A eso de las 8:15 abría los ojos por cuenta propia, algo poco habitual. Miré por la ventana. Un perfecto picado sobre un tejado a dos aguas de pizarra y ladrillos oscuros. Si, seguía en UK. Desperté a Lau y le hice unas cuantas fotos. Después lo hicieron Feedu y su versión mini, Elektra y Scouse que preparó un breakfast a base de café, mermeladas y pan de pasas inglés. Y congelado.

Con las pilas cargadas y un amago de resaca aplacada por las fuerzas del bien (gracias pequeños amigos) nos dispusimos a patear Liverpool antes del partido.
Duke Street, la calle de Scouse, está en plano Chinatown. Al parecer Liverpool cuenta con el arco chino más grande de toda Inglaterra y tiene comercios que harían caérsele la baba a los primos monos chinos Chang y Xing. Allí todo es a lo grande. Desde los sacos de arroz a la mantequilla de cacahuete yanqui que tiene el tamaño de las de Dharma que se ventilaba Hurley.

En un momento de despiste Lau y yo nos quedamos solos y nos pusimos a retratar algunos elementos de la cotidianeidad scouse. Cubos de basura morados, carteles anunciando pinchadas y una casa cruzada por un graffiti y una rata gigante, (de las de mentira, luego veríamos una de las de verdad) probablemente obra de Bansky.

Con todo el equipo nos plantamos en la Catedral Anglicana de Liverpool. Un vistazo al cementerio de la lado y para dentro. Terminada en pleno siglo XX, no pude olvidarme ni un momento de la Abadía del Crimen, juego que por los 80 amenizaba las tardes de Feedu y que a mí me parecía un tostón. Dedicada en parte a la memoria de los caídos de la Segunda Guerra Mundial, con sus amapolas y sus manuscritos, me sorprendió gratamente con sus vidrieras modernas, claras antecesoras de la ilustración británica actual. Flipante. Vámonos a otro sitio.
Nos pasamos por otra iglesia. De esta solo quedan las fachadas. La nave está llena de barcas verdes del revés. La rata de la calle y yo nos preguntamos "esto qué es". Es ahí dónde las guardan o es otra movida de la Bienal de Liverpool. Mejor no preguntamos y nos vamos de compras.

Nos pasamos por otra iglesia. De esta solo quedan las fachadas. La nave está llena de barcas verdes del revés. La rata de la calle y yo nos preguntamos "esto qué es". Es ahí dónde las guardan o es otra movida de la Bienal de Liverpool. Mejor no preguntamos y nos vamos de compras.
Bold Street es como los crescendo de las canciones de pop largas. Entras por un extremo y empiezas a flipar. La primera tienda a la izquierda, la de la cadena Forbidden Planet en Liverpool. Entramos por curiosidad y a la izquierda me topo con muñecos de Doctor Who, en cantidades que no he visto de Star Wars en Madrid en mi vida. De frente el libro y las figuras de Gorillaz. Debajo Stewie de Family Guy , en un muñeco de peluche no lo demasiado bien hecho para desembolsar las tres pounds. Flipo. Todas las novedades de Marvel de DC, muñecos de Lost y bustos de medio metro de Han Solo y un Scout Trooper. Yo me muero. Cojo de lo primero que veo. Podría vivir allí. No salgo ni contento con mi careta de un Clone Trooper. Nadie que me conozca me ha visto tan triste en una tienda de cómics. A la derecha, un poco más adelante, entramos buscando unas botas de agua y unas Doc Martens a Microzine, sitio donde comprar ropa guay, mis pumas favoritas, un reloj con la hora y la forma de Hong Kong o cojines con arte de Eboy. Por favor, sáquenme de aquí.
Bold Street se está llenando de gente. El abeto de unos cuantos metros anuncia la prosimidad de la Navidad y los ingleses tienen que empezar a gastar pasta. Al parecer es lo que mejor se les da. Entramos en HMV. Abajo, donde los discos rebusco entre los singles. The Upper Room, Gorillaz, Captain y The Young Knives. Me quedo con los dos últimos. Arriba, donde los DVD, me sale humo por las orejas. Temporadas y temporadas de Seinfeld, las bandas sonoras de Lost y una sección de cine internacional plagado de títulos españoles y chinos. Reconozco la portada de Infernal Affairs el clásico de Andrew Lau vilipendiado por Scorsesse. También tienen la dos y la tres. Sé de una que combustionaría.

Después nos pasamos a por las revistas, que a eso iba yo. Mis títulos mensuales sin el recargo de importación a España. Así que también me compro la Computer Arts. Scouse, me estoy pensando volver a pedírtelas, que te cargamos como a un burro. No te he dado suficientemente las gracias.
Comemos en un mediterráneo. Bueno, algunas. Feedu y yo nos comemos el kebab de pollo por la calle a toda prisa para llegar pronto al estadio. Momento del día. Elektra le dice a Feedu que le huelen mal las manos. “A pollaco” sentencia Federico. Ya tenemos la frase.