42 horas. Todo ocurrió en solo 42 horas. Dos cenas, dos desayunos y una comida. Nos quedamos con ganas de probar el manido fish and chips, pero eso lo tengo en casa todos los martes solo que con patatas de bolsa. Lo que parecía una visita a ciegas se descubrió una espontánea reunión de fotologueros, farmacéuticos, chicas en tirantes, octavos pasajeros y un perro de Nici con un hueso de peluche en el bolsillo. Liverpool, here we go.
Salimos de Madrid-Barajas a las 5 de la tarde del viernes con todas las ventajas de nuestra nacionalidad y los contactos de Elektra. Todo fueron parabienes. No solo éramos de tipo A, que en el argot de las low cost es algo así como lo máximo a lo que puedes aspirar, solo por detrás de viajar con niños, sino que además pasamos de ser últimos de la fila a sentarnos en la primera dentro del avión. Con un quiebro en plan Romario me hice con la plaza de ventanilla y, como diría Chimo Bayo, a volar!!!
Take-offs and landings. Llegamos con puntualidad británica al John Lennon Airport de Liverpool tras sufrir las, por lo que oí, habituales corrientes del Canal de la Mancha. Yo que ya me imaginaba estrellándome en alguna misteriosa isla. 19:00, hora local, no me lo podía creer, ya estábamos ahí. Feedu, Elektra, mini Feedu, Lau y el que suscribe. Scouse llegó con puntualidad española. 10 minutos más tarde recorríamos en su Astra de alquiler, la carretera que separa el aeropuerto del centro de la bloody city.
Liverpool es un poco más bonita de lo que te imaginas y con muchos más españoles. Las primeras con las que practicar nuestro inglés son dos simpáticas españolas que esperaban en la casa de Scouse, en Duke Street. Compartimos con ellas algunos programas de la tele inglesa, y les comunicamos que, en España, Kiran había abandonado la casa. Con lo que dicen de la comida inglesa, la opción acertada era tirar por la tangente y en este caso elejimos… sushi!
Sapporo 2006. La primera en la frente. Entras a un restaurante. Pero te das cuenta que también es un bar. La verdad es que más que un bar esto parece una fiesta de Nochevieja. Ellas van de largo o de corto, sobre todo la falda, y con escotes de los que solo se ven en verano y en el chiringuito. Son las 21:30 pero la gente ya está pegada a sus cócteles con pajita. No sé de que me extraño. Scouse se está tomando un ron con coca cola antes de la cena. Nosotros practicamos un poquito el inglés y nos pedimos una birra. Supongo que muchos lo sabréis, pero tened cuidado, si pedís one beer lo normal es que te planten una pinta. Total, que nos avisan que tenemos mesa porqué a Raquel, coruñesa, estaba en la casa de Scouse cuando llegamos, le pita un cacharro que le han dado. Están locos estos británicos. Nos sentamos y dejamos que el show begins.
Conste que Lau se había quedado en casa recuperándose del jet-lag, que a los peluches, me cuentan, parece que les afecta mucho. Por eso no pude contrastar si el cocinero de la foto era chino, japonés o de vietnam. Estando como estábamos en el barrio chino de Liverpool, me imagino que lo primero. Así entre malabarismos, tempura, cerveza y arroz con tortilla, el andoba se descubrió un autentico cachondo, choteandose de un servidor con un bote de ketchup, imitando la contagiosa risa de Elektra y sacando al mismísimo Feedu a cocinar. Soltada la gallina y con dos cervezas de más (las chicas se cargarían a la espalda sendos rollitos de delicioso chocolate) nos surgió la duda de si terminar la noche o prolongarla a golpe de pub. Scouse pronunció solo dos palabras. Tan sonoras que no pudimos negarnos. Heebie Jeebies.
Lo de ese pub me hirió en lo vivo. Una fachada de las que molan, con neón, con cuidados, y en ocasiones escasos, estilismos para ellos y para ellas, con mesas para los más afortunados y un pincha negro descargando latigazos de rhythm’n’blues. La gente baila, las chicas se emborrachan y los extractores se demuestran implacables con el humo de los cigarros. En el patio, dejo que llueva sobre mi. Bienvenido al paraíso. Vámonos a dormir, mañana Lau.
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