lunes, 14 de enero de 2008
Estudio canto y arpa
Llevaba unos minutos en la penumbra de la oficina sin ventanas sin decidirse a encender la lámpara. Borroneaba dibujos de princesas sobre los dorsos de viejas facturas que su tío empleaba como papel en sucio para notas. Dentro de media hora serían las nueve, su tío cerraría la gestoría e irían juntos a casa, paseando por el bulevar, haciendo, probablemente, un breve alto en el camino para revisar la cartelera. La joven Lara Lei había terminado su jornada. Las nóminas, los tupidos expedientes y los pedidos se apilaban junto al estor, impidiendo que la luz de la utopía penetrara en su conciencia.
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