martes, 21 de octubre de 2008
En la costa de Hawaii también hay marejadas
El capitán le vio entrar y no dijo nada. Le cobró, eso sí, cuatro veces lo acostumbrado. Sólo después de comprobar el dinero le condujo a su camarote. El rey del rock & roll entró y trató de encerrarse, pero la puerta no tenía llave. La pútrida voz del capitán murmuró que las celdas nunca se cierran por dentro…
Y zarpó el barco.
Ahora llega el momento de la marea. El mar se rebela en una terrible tempestad y sacude la embarcación con un violento oleaje. El barco está a punto de deshacerse: no quiere sostener la carga maldita. En cubierta el viento aúlla, los hombres braman, el mástil cruje. Elvis Aaron Presley se aferra al pretil para ver el mar pero no distingue más que espuma: el cielo se oscurece y el agua verde se torna mercurio.
En ese momento, como una pantera rugiente, se abalanza sobre él una ola gigante de proa a popa que se lo lleva a lo hondo, sin poder decir: Love me tender, love me sweet, never let me go…
El farolero
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