domingo, 17 de febrero de 2008

La pantera




La pantera Thierry Henry (Essonne, 1977) merodea entre la campiña rectilínea con la presencia refinada de un depredador prêt-à-porter. Su estampa tostada es en sí misma toda una declaración profesional: tiene el cuerpo estriado que distingue a felinos y velocistas, gente nacida para vivir entre la alta competición, en cuyo muestrario cuenta más la inteligencia que el fuelle. En su delirante mundo animal el éxito no pasa tanto por la velocidad como por la sorpresa. Su secreto no consiste en aplicar un ritmo asfixiante, sino en cambiarlo violentamente: hunde la zarpa de apoyo en el verdín, relampaguea los nervios en una descarga, se transforma en materia explosiva y gana el metro decisivo en un solo golpe de riñón. Luego, a la hora de celebrar la presa, de su garganta no prorrumpe un alarido, es más bien un estilizado rugido con acento francés.

Los preparadores físicos y médicos que han tratado a la pantera Titi proponen debates durante las pruebas médicas que miden su rendimiento: nunca saben si Thierry es un magnífico ejemplar de la evolución o un superviviente del planeta del jaguar; si es un mutante felino de la Marvel o la simple expresión del entusiasmo.
Aunque su porte atlético parece la consecuencia lógica del procedimiento de la naturaleza, su carrera se incubó en el barrio obrero, entre una maraña de muchachos valientes que se atrevieron a soñar en voz alta. Y ya se sabe lo que dicen, si alguien sueña en voz alta siempre puede haber un mago que lo escuche. Henry encadenó su muñeca a la del brujo Arsenio Wegner y le siguió a Mónaco y, tras una breve escala en Turín, a Londres. En la ciudad del Támesis, el té y los modales, la pantera, lejos de domesticarse, se hizo asesina. En ocho años corroyó la historia de los gunners convirtiéndose en el máximo goleador de la historia del club, superando el récord del mítico Ian Wright e hizo del equipo una escuadra invencible. Y es que con el 14 a la espalda, Henry ha levantado todos los trofeos posibles: con la selección del gallo y todos también en el Arsenal, salvo la malograda Copa de Europa desaprovechada en París.

Una vez agotada la caza mayor en las islas se le reclamó, a golpe de talonario, en el flamante F.C. Barcelona All-Star. Y aquí está ahora, con su moreno estupendo, su exotismo y su rictus de baloncestista nba, afilándose los colmillos en la cepa del poste.


Capitán Akab.

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