lunes, 12 de marzo de 2007
Día D, hora H
Cual desembarco de Normandía, así ansiamos los adeptos de Lost los santificados jueves. Por fin se cumple un sueño anhelado: tener un grupo que sientes propio con el que compartir referentes estético-culturales para discrepar, asentir, coincidir y reírse. Juan Cueto en el EPS veía en estas reuniones el trasunto actual de las cenas matrimoniales de la generación pasada. Yo quiero, necesito, ir más allá y remontarme a la noche de los tiempos. ¡Qué le vamos a hacer si a una le va ponerse trascendente! Ver Perdidos en comandita es instalarse anímicamente en esa tribu, que alrededor del fuego y bajo el cielo inmisericorde, desgrana y rememora relatos y mitos para poder así entender y aprehender el mundo, su mundo. Y hoy como ayer, las sabias palabras nos recuerdan que los buenos no lo son tanto, que los malos tampoco, que el héroe lleva un pesado fardo de soledad e incomprensión, que solos no siempre podemos con todo y juntos a veces sí...
Por esto y por muchas otras razones adoramos Lost, ¡convertios infieles y gozareis de las mieles de la belleza y de una selecta comunión! Porque para qué negarlo, también vemos Perdidos para extasiarnos con esas beldades multirraciales, cual unas Santas Teresas modernas. Quién puede resistirse a la integridad y a la sonrisa arrebatadora de Jack, quién a la testosterona y a esa vulnerabilidad oculta de Sawyer, quién a los ojos negros y a esa lucha contra su peor yo de Said, quién a las pecas y al coraje de Kate o quién a los delicados rasgos y al hermetismo de Sun... ¿Quién, quién?
Pero también vemos Lost porque veneramos la senda abierta con el maestro Lynch en Twin Peaks. Entonces descubrimos que una serie de televisión no tiene por qué ser cutre, costumbrista, rutinaria o nada inspiradora. Con Lynch y Perdidos el enigma inicial se ve asediado por una multitud de interrogantes abiertos que generan más avidez en el telespectador. Por una vez el televidente tiene una actitud activa y madura, es consciente que no todo tendrá respuesta, ni se ratificará una hipótesis maestra que dará solución a todo. Pero da igual, porque sabe que en la vida no hay respuestas simples, ni soluciones para todo, que los enigmas nos impulsan a avanzar y que quizás lo ignoto es la mayor beldad y verdad que podremos poseer.
Y ahora osad esgrimir razones más contundentes que las mías para desprestigiar Lost. He dicho. ¡Já!
Inédita
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