lunes, 18 de junio de 2007

La más grande


No, tranquilos, BC no se ha olvidado de una de nuestras estrellas patrias más emblemáticas fascinados por el oropel hollywoodiense o confusos intentando contar cuántos hijos tienen ya dos de las parejas más prolíficas del faranduleo: Brat-Jolie (4) y Miranda y Julio (5). El español le gana por uno a los más guapos del star system americano, y por goleada si contamos los habidos con la Preysler.

El caso es que hemos dejado pasar unos prudentes días ante la avalancha de crónicas de tanatorio y de rencillas por quítame allá esa herencia que han invadido nuestras televisiones. Porque a nosotros eso no nos interesa, lo que nos va es lo que hizo grande, la más GRANDE, así en mayúsculas y con énfasis como fue ella, a Rocío Jurado.

Excesiva hasta el exceso, inconmensurable, supo como nadie hacer lo suyo universal y transformar lo nuestro en un asunto privado de su persona, porque quién no se ha sentido íntimamente tocado cuando ella cantaba. Generadora de un corriente de simpatía nada alterna, se convirtió en ese pariente lejano que vemos de higos a peras pero por el que sentimos una devoción especial. De raza, auténtica y con tronío, que más se le puede pedir a una folclórica que además reactualizó los tópicos del género casándose de segundas nupcias con un torero. No se le podía reclamar nada más, pero ella nos lo dio con esa generosidad de la que sólo algunos pueden hacer gala, porque los han parío así y les sale de las entrañas (nada fue impostado en ella, quizás exagerado, pero para eso era chipionera). Y nos regaló una voz portentosa que se atrevía con todo (copla., flamenco del güeno, blues roto y canción melódica), momentos mediáticos irrepetibles (esa boa por tó lo alto y estando tan agustitoooo, esos paseos por Barajas y el andén del AVE), actuaciones personalísimas (golpe de pecho, mirada desafiante, meneo de mantón). Y por si esto fuera poco, se erigió en pionera en su campo: con esas altas costuras en tablao flamenco, esos sugerentes pechos tapados por una sábana en la TVE tardofranquista (pues ostentaba una de esas bellezas andaluzas que pisan fuerte porque saben que han sido bendecidas por la virgen de Regla para ser alguien en la vida) y con esas letras que imponían temáticas hasta entonces nunca cantadas y menos por una mujer. Unas canciones que iban de lo sexualmente explícito en las que se manifestaba el placer de la mujer (“hace tiempo que ya no siento nada al hacerlo contigo”, “y estoy despierta, ámame otra vez con las mismas fuerzas de la primera vez”), a la actitud guerrera (“eres un gran necio, un enano arrogante...” o “Muera el amor que rompe, que rasga, que oprime, que aplasta”) y siempre arrebatada (“te amo con la fuerza de los mares yo, te amo con el ímpetu del viento yo, te amo en la distancia y el tiempo yo, te amo con mi alma y con mi sangre yo”, “se nos rompió el amor de tanto usarlo”).



Por todas estas razones y no por otras, también nosotros la amamos como el niño a su mañana y muchos entonaríamos emocionados como ella ese:
“Qué no daría yo por empezar de nuevo
A pasear por la arena de esa playa blanca
Qué no daría yo por escuchar de nuevo
Y esa niña que llega tarde a casa.”

Al acordarnos de ella, no se puede decir más que Ole, ole, ole por alegrías.

Que no daría yo




Espectacular escote



Entrevista en Cantares

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