martes, 2 de octubre de 2007
Wassup, rockers!
En 1967, con tan sólo 16 años y partiendo de su experiencia, Susan E. Hinton escribió Outsiders, una novela sobre un grupo de muchachos que, sin protección fraternal, tan sólo se tenían los unos a los otros para ascender por el difícil peldaño de la juventud. Divididos en subgrupos sociales (bandas), los jóvenes se veían obligados a luchar por su lugar en el mundo y estos enfrentamientos, en ocasiones, generaban importantes consecuencias en el discurrir de sus vidas. Bajo este foco, Hinton escribió una novela sincera y realista, referente en US para las demás novelas juveniles, que trató de forma directa cuestiones como la desesperación que uno siente ante observarse diferente al entorno que le rodea. Todos estos parámetros conforman una historia de chavales tan cruda, como interesante. Y no todo es malo, claro. La vida compone un amplio mosaico en el que se distinguen azulejos y deposiciones a partes iguales (o en distintos porcentajes, según la época y el individuo). Por eso durante estos años también se conocen momentos positivos y otros que no lo son tanto, como las drogas, la amistad, las barreras sociales o la esperanza de escapar de ese modo de vida hacia otra mejor (en los mejores casos hay estufa de gas, matrícula en un gimnasio, dos gatos, televisión, surround e hipoteca).
El cine ha sido prolífico en este terreno minándolo con cientos de historias enmarcadas en este contexto. Sin ir más lejos, Francis Ford Coppola lo hizo en dos trabajos notables con sendos textos de Hinton: Rebeldes (Outsiders) y La ley de la calle (Rumble fish), ambas de 1983, rodadas con el mismo equipo, pero sin embargo diferentes en sus planteamientos. Rebeldes está concebida con un esquema clásico mientras que Rumble fish es mucho más experimental, más valiente y mucho más personal. Las dos coinciden en que tienen un actor común, el magnífico Matt Dillon (un tipo duro de verdad), que esconde como nadie en su mirada al joven que busca, y al hombre que encuentra.
Pues todo este retrato generacional se actualiza a nuestros días de la mano de Larry Clark, un fotógrafo de Tulsa, Oklahoma, que pasa a engrosar la lista de directores dotados para contar historias de juventud contemporánea (recomendación: Gus Van Sant y leer como hace los castings de los actores el bueno de Larry). Así lo atestiguan sus anteriores trabajos: Kids, 1995; Bully, 2001; Ken Park, 2002, etc., que narran la misma juventud que Coppola contó en los ochenta, pero ahora, de forma diferente e igual de interesante. A pesar de que los jóvenes cambian el skater por la moto y existen las obvias diferencias generacionales de los dos periodos, coinciden en algunos puntos comunes como las bandas, las drogas, las peleas, el sexo o el incombustible sol de California.
En Wassup rockers (2006) la juventud de LA ha cambiado tanto que ahora es fruto de la inmigración mexicana, rueda sobre monopatines el South Central y se embute en unos pantalones de pitillo, al estilo de los Ramones. Son los nuevos jóvenes del siglo XXI, así que al lorito con ellos. Constituyen una banda perfectamente estética, su protagonista se parece a Denzel Washington y forman un grupo de música de rock punk. Y follan, claro, y mucho. A los quince años han estado con tantas chicas que no se puede por menos comparar esta bendita promiscuidad con la que padecimos los españoles nacidos en los setenta, más acostumbrados a tener sexo por correo.
Te gustará si… tienes alguna clase de sentimientos y te preocupas por saber qué existe a tu alrededor.
Guillermo T. Coyote
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