jueves, 18 de septiembre de 2008
En la salud y en la enfermedad
Escucha, me casé contigo por tu belleza, aunque eso no fue la razón definitiva. En cierto modo, también me casé contigo por tu dinero. Por su procedencia, por el modo en que a lo largo de las generaciones se ha ido acumulado en los mismos bolsillos de tu apellido de seda. No es algo que precise, es cierto, pero siempre reconforta un poco de tranquilidad. La residencia en el campo. El criadero de caballos de pura raza. El servicio siempre dispuesto. Reuniones íntimas de caza. Disparar a la vez el proyectil desde la silla de montar... Es una estupidez, pero es agradable. El zorro oculto en la propiedad de la familia. Pasear entre las estatuas en el jardín renacentista, trotar a los pies de la villa, galopar por el bosque, sentir al animal piafar entre los limoneros tras el estruendo humeante del rifle…
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