


Con el cine español tengo un problema curioso y de lo más incorrecto artísticamente hablando. Debe ser que mis primeras tomas de contacto con él vienen marcadas por la selección de Cine de Barrio, del de Parada en concreto. Asociadas a un salón familiar, a mi abuela, y a vaguear la tarde del sábado entera con los pies encima de la mesa de café. Y claro son los personajes de esas pelis con los que tengo una relación sentimental entrañable. Y cuando uno va abriendo su mundo y descubre al encantador Pepe Sacristán convertido en candidato homosexual y al hedonista José Luis López Vazquez en un decadente tardofranquista y a la sabia chacha de Rafaela Aparicio en una matriarca surrealista, empieza a darse cuanta que la vida es mucho más fea de lo que supusimos.
Por eso a veces me gusta pensar que el mundo es como las pelis del landismo, donde las cosas se complicaban pero terminaban bien, las chicas vestían faldas cortas y llevaban peluca, y siempre se acababa en una boite bailando música de los años 60.
Fuente: Torremolinos Chic
No hay comentarios:
Publicar un comentario